domingo, 27 de mayo de 2012

"Vaqueros mortales": Las marcas de moda siguen utilizando el Sandblasting en fábricas de Bangladesh


El sandblasting es un proceso de tratamiento de la tela vaquera que la blanquea y le aporta un aspecto de tela desgastada. Consiste en la aplicación de un chorro de arena a presión que, normalmente, se realiza de forma manual y sin protección. Informes médicos revelan que algunos trabajadores del sector de sandblasting han desarrollado formas agudas de silicosis, una enfermedad pulmonar incurable que, en mucho casos, provoca la muerte.


Zara, H&M, Levi's, Diesel o Lee están bajo presión por el informe que presenta Campaña Ropa Limpia que revela que se siguen desgastando vaqueros utilizando la técnica mortal del sandblasting en fábricas proveedoras de Bangladesh.
 

La Campaña Ropa Limpia, coordinada a nivel estatal por SETEM, presenta el nuevo informe "Vaqueros mortales" que demuestra que en las fábricas de Bangladesh que producen ropa para la exportación al mercado europeo se sigue utilizando la técnica del sandblasting poniendo en grave riesgo la vida de las personas trabajadoras que son expuestas a contraer graves enfermedades pulmonares, entre ellas silicosis.

El sandblasting se ha convertido en el método principal para el acabado de la mayoría de los vaqueros que ofrecen un look "desgastado". El envejecimiento artificial del vaquero se consigue proyectando chorros de arena a alta presión sobre la tela vaquera.

La investigación de terreno revela que, pese a que muchas marcas internacionales como Zara, H&M, Levi's, Diesel o Lee hayan prohibido la técnica del sandblasting en sus cadenas de producción desde que se iniciase hace un año la campaña internacional "No-sandblasting", lo cierto es que no parece que hayan adoptado las medidas preventivas y de seguridad necesarias para que la prohibición sea efectiva.

El informe descubre que independientemente de si una marca ha prohibido o no el uso de la técnica del sandblasting se sigue utilizando – tanto de forma manual como mecánica – en las fábricas de Bangladesh. La investigación demuestra además que el riesgo de contraer silicosis no se circunscribe sólo a la técnica manual sino también a la mecánica, porque no se aplica el chorro de arena en compartimentos perfectamente estancos, la maquinaria utilizada es vieja y no existen o no se usan los equipos de seguridad necesarios para proteger a los/as trabajadores/as de la inhalación de polvo de sílice.

Las personas trabajadoras entrevistadas declararon que pueden llegar a realizar turnos de hasta 12 horas al día en salas llenas de polvo, con poca ventilación y sin protección adecuada de seguridad. Muchas de las personas entrevistadas sufrían constantes ataques de tos y dificultades respiratorias. También afirmaron que a menudo la producción se lleva a cabo por la noche para evitar las visitas de los auditores. La mayoría conocía a personas que ya habían enfermado.



El informe recoge testimonios de personas trabajadoras que han recibido instrucciones de utilizar sandblasting para cumplir con los plazos exigidos por las empresas clientes, aunque estas lo hayan prohibido expresamente. El dueño de una de las fábricas declara que le es imposible cumplir con los diseños demandados sin recurrir al uso de sandblasting.

El informe también pone de manifiesto la falta de atención médica proporcionada a los/as trabajadores/as que han contraído la enfermedad en Bangladesh y las dificultades que existen para conseguir el diagnóstico y tratamiento adecuados, en parte debido a la falta de conciencia por parte de los/as profesionales médicos a la hora de vincular la enfermedad de silicosis con la industria de ropa.

En la mayoría de las fábricas investigadas ha quedado patente que la repercusión de la prohibición ha sido irregular, la supervisión escasa y las medidas adoptadas hasta ahora han sido burladas ampliamente. El informe demuestra que no basta con la prohibición voluntaria de las empresas para lograr que los/as trabajadores/as dejen de enfermar e incluso morir de silicosis.

"Es alarmante que la moda siga cobrándose vidas de personas trabajadoras por desgastar vaqueros casi una década después de que los/as médicos/as turcos/as diesen la voz de alarma por el elevado número de casos de silicosis entre las personas trabajadoras de la industria de ropa en Turquía", dijo Eva Kreisler, coordinadora estatal de la Campaña Ropa Limpia, "las marcas de moda tienen todavía mucho margen de actuación para erradicar esta técnica y evitar más muertes".

Recomendaciones:

La red internacional Campaña Ropa Limpia plantea una serie de recomendaciones que tanto las marcas como los gobiernos y organismos internacionales deberían adoptar para poner fin al uso del sandblasting en la industria de ropa.

Así, las empresas deberían revisar sus diseños y plazos de producción para permitir a los proveedores cambiar a otras técnicas de acabado de vaqueros. También deberían trabajar estrechamente con los sindicatos locales y organizaciones de defensa de los derechos laborales para garantizar que la prohibición se respeta.

Los gobiernos de los países productores deberían prohibir el uso de esta técnica y los de la Unión Europea deberían introducir una prohibición de importación de los productos que hayan sido sometidos a sandblasting. Además, la Campaña Ropa Limpia promueve que la industria de ropa sea incluida en el Programa de Erradicación Mundial de la Silicosis de la Organización Mundial de la Salud / Organización Internacional del Trabajo Internacional y la puesta en marcha de un programa específico para Bangladesh.


http://www.nosandblasting.org/


Camper no facilita suelas de repuesto

 Camper, la conocida firma española de calzado fabrica zapatos de indiscutible calidad. Sin embargo, en caso de que se deterioren por el uso las suelas del modelo ‘pelotas' no suministra suelas de repuesto. Con lo que un par de zapatos en buen estado pueden quedar inservibles.

Cualquier comprador de un par de zapatos Camper sabe por experiencia que, con un mínimo cuidado, pueden durar muchos años. Tanto la piel como los cosidos son de gran calidad. En un zapato, la parte expuesta a un mayor deterioro es, lógicamente, la suela, que es el elemento que soporta el desgaste producido por el contacto con el suelo al caminar. Lo normal es que un par de buenos zapatos necesiten, a lo largo de su vida útil, pasar alguna vez por el servicio de reparación de zapatos del barrio, que sustuirá las suelas y tapas de los tacones desgastados por el uso.


 
Sin embargo, hay un modelo de zapatos Camper cuyas suelas no pueden ser sustituidas fácilmente por otras de tipo estándar. Se trata, en concreto, del modelo llamado 'pelotas', cuyas características burbujas no admiten reparación. 


Un comprador que, teniendo un par de zapatos de este modelo en perfecto estado de conservación, salvo por lo que se refiere a las suelas, desgastadas por el uso, se dirigió al servicio de clientes de Camper solicitando información al respecto. Recibió del fabricante la siguiente respuesta:


Muchas gracias por contactar con www.camper.com

Le informamos que Camper no vende suelas y no tiene servicio de reparación

Reciba un cordial saludo,
Camper Customer Service

De esta manera, Camper no contribuye a la sostenibilidad medioambiental.




miércoles, 12 de enero de 2011

Obsolescencia programada: me cisco en los fabricantes

Anoche, cuando me disponía a ver en La Dos de RTVE el documental 'Comprar, tirar, comprar', de Cosima Dannoritzer, mi flamante televisor de la marca LG dejó de funcionar. Acudí raudo a comprobar la garantía del mismo, legalmente dos años en España. Descubriendo con horror que había expirado el 8/12/2010. Es decir, que el aparato se rompió justo un mes después de terminar la cobertura. Lo que equivale a la prueba del nueve de la obsolescencia programada.



El televisor anterior, de los antiguos de pantalla catódica, llevaba tanto tiempo en esta casa que no recuerdo con exactitud los años que duró. Mi anterior automóvil me prestó servicio durante 22 años, y lo hubiera hecho por lo menos otros diez a no ser por el maldito accidente que lo puso fuera de juego: una colisión con otro vehículo conducido sin control por un niñato de mierda que regresaba cargado de alcohol de alguna juerga. Dada la antigüedad de mi vehículo, la aseguradora lo declaró siniestro total, con una indemnización que hubiera sido fastuosa un siglo atrás.

Pero un producto que dure siempre es un mal negocio para las empresas, por lo que es práctica habitual crear cosas con fecha de caducidad programada, cuando realmente la tecnología existente permitiría un mucha mayor duración del mismo. Durante veinticinco años me ha acompañado a todas partes una robusta cámara réflex Nikon, sin sufrir ninguna avería. Para ponerme al día, la sustituí por otra digital de la misma marca. Una vez pasada la garantía dejó de funcionar. Por la reparación, consistente en sustituir ese motorcillo de señorita Pepis más simple que el mecanismo de una zambomba, como se puede apreciar en la fotografía, en el servicio oficial me soplaron la friolera de 200 euros.



Click sobre la imagen para ampliarla

La obsolescencia programada por parte de los fabricantes planifica, ya durante la fase de diseño un producto o servicio, el fin de la vida útil del mismo, de modo que este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible tras un período de tiempo calculado de antemano, por el fabricante. La obsolescencia planificada tiene un potencial considerable y cuantificable para beneficiar al fabricante dado que el producto va a fallar en algún momento, obligando al consumidor a que adquiera otro producto nuevamente, ya sea del mismo productor (mediante la adquisición de una parte para reemplazar y arreglar el viejo producto o mediante la compra de un modelo del mismo más nuevo), o de un competidor, factor decisivo que también se prevé en el proceso de obsolescencia planificada.

A estas alturas, ninguna persona con dos dedos de frente ignora que, al menos en lo que concierne a los países desarrollados, tenemos acumulada suficiente riqueza para vivir holgadamente durante mucho tiempo. Las desigualdades sociales existentes no derivan de la escasez, sino de una distribución injusta. Pero lo cierto es que, en conjunto, hemos producido bienes de consumo en cantidad suficiente como para permitirnos el lujo de permanecer durante una década sin producir, aparte de alimentos, más que un pequeño contingente de mercancías destinadas a la reposición.

Aunque las fábricas funcionasen tan sólo al diez por ciento de su capacidad, es seguro que no faltaría el abastecimiento de los productos secundarios. Se cuenta que el hombre feliz no tenía camisa, pero cuando cada habitante de los países ricos tiene ya una docena de camisas en su armario parece que debería ir pensando en buscar la felicidad.

¿Por qué no se hacen leyes contra este abuso de la obsolescencia programada? La respuesta es el mantenimiento del consumo. Alimentando el círculo tan vicioso como estúpido de fabricar, comprar, tirar, volver a fabricar, se mantiene el motor de una economía absurda de la que obtienen beneficio los fabricantes. Ah, y el empleo, no se olvide: así se mantienen millones de empleos basura ocupados en la fabricación de basura.

Esta maraña de contradicciones del sistema se han enredado hasta formar un nudo gordiano que las élites politicas son incapaces de deshacer. Faltos de la decisión de un Alejandro para cortar el nudo con un tajo certero, los dirigentes sólo saben pedalear para que la bicicleta no se detenga. Aunque no sepamos con qué objeto ni hacia qué destino, la consigna es seguir dando pedales. En palabras de Agustín García Calvo:

"Como te han convencido de que hay que trabajar, no sólo hay que trabajar, sino que hay que trabajar ocho, nueve o diez horas; porque, como aquello de disminuir las horas de trabajo no iba por buen camino, [...] hay que inventar la fabricación de inutilidades. Pero, amigo, son inutilidades que no sólo tenéis vosotros el trabajo de comprarlas, sino que antes hay el trabajo de fabricarlas [...] manteniendo el trabajo inútil y, por lo tanto, dando a los gobernantes la justificación de la creación de puestos de trabajo". (Contra el automóvil, Barcelona, 1996)

Por lo pronto, con toda solemnidad y como mejor proceda en Derecho, me cisco en el alma de los fabricantes, conteniéndome, por educación cívica, de mentarles la madre. Al menos por escrito.

Invito a quienes sufran averías de este tipo a contarlas aquí, en el apartado comentarios. A ver si conseguimos crear un potente foro de ciscantes, o una potente corriente ciscatoria.